La contaminación del aire es un factor de riesgo clave para las enfermedades cardiovasculares y contribuye a la carga de enfermedades a nivel mundial. De hecho, se estima que el 12% de todas las muertes en 2019 fueron debidas a la contaminación ambiental exterior y también dentro del hogar. Y es que 7.000 millones de personas (el 92% de la población mundial) viven en áreas donde se exceden las recomendaciones de la Guía anual de calidad del aire de la OMS y 3.600 millones de personas (el 47% de la población mundial) están expuestas a la contaminación del aire dentro de sus hogares por el uso de combustibles sólidos a la hora de cocinar.
Si bien los impactos de la contaminación ambiental en las enfermedades respiratorias son ampliamente reconocidos, el 50% de los 6,7 millones de muertes atribuibles a la contaminación del aire en 2019 se debieron a enfermedades cardiovasculares (ECV). A nivel mundial, casi el 20% de las muertes por ECV se atribuyeron a la contaminación del aire. Además, la contaminación ambiental es el 4º factor de riesgo con más alto impacto en la tasa de mortalidad, causando más muertes que la hipercolesterolemia (colesterol LDL), la obesidad (IMC), la inactividad física, o el alcohol. Sin ir más lejos, a nivel mundial, la contaminación del aire contribuye a una pérdida media de esperanza de vida de 20 meses, casi tan alta como la del consumo de tabaco (22 meses).
Las partículas materiales en suspensión en el aire (PM) producen estrés oxidativo (inflamación) y un desequilibrio orgánico que promueve la aparición tanto de enfermedades cardiovasculares subclínicas (remodelación miocárdica, progresión de la arterioesclerosis, hipertensión sistémica y pulmonar, aumento de la vasoconstricción y coagulación) como de eventos cardiovasculares agudos trombóticos y no trombóticos (síndromes coronarios agudos, insuficiencia cardiaca descompensada, accidente cerebrovascular, arritmias). De hecho, la American Heart Association (AHA) ya ha publicado que existe una clara relación causal entre la exposición a PM y la morbilidad y mortalidad cardiovascular; y, en la misma línea, la European Society of Cardiology (ESC) ha señalado a la contaminación del aire como uno de los principales factores de riesgo modificables relevantes para la prevención y el tratamiento de las ECV.
Ahora, la exposición prolongada a la contaminación del aire también se ha relacionado con un mayor riesgo de muerte por COVID-19. En concreto, se ha observado que este tipo de contaminación altera los mecanismos de defensa respiratoria y empeora la gravedad de la infección por COVID-19. Además, se ha visto que la contaminación ambiental contribuye a la aparición de comorbilidades, que se sabe empeora la evolución de las personas infectadas, y a aumentar la transmisión de la infección debido a que provoca tos de forma más frecuente.
Esta peligrosa «triple amenaza» de la contaminación del aire, COVID-19 y enfermedad cardiovascular debe tomarse en serio, y es por ello que cuatro organizaciones líderes en el ámbito cardiovascular: la World Heart Federation (WHF), el American College of Cardiology (ACC), la American Heart Association (AHA) y la European Society of Cardiology (ESC), han publicado este mes de febrero un documento en el que instan a la comunidad médica y a las autoridades sanitarias a mitigar el impacto de la contaminación del aire en la salud de las personas de forma inminente.
La declaración pide acciones estructurales para reducir las emisiones de contaminantes atmosféricos y la exposición nociva, que van acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados por las Naciones Unidas y el objetivo de la WHF de reducir en un 25% la mortalidad cardiovascular prematura para 2025. El artículo también destaca el importante papel que desempeñan los proveedores sanitarios en la prevención de enfermedades relacionadas con la contaminación del aire, que incluyen:
- Abogar por la remisión de la contaminación del aire como medida de salud, aumentar la investigación sobre la calidad del aire y su impacto en las ECV, y llevar a cabo intervenciones para reducir la contaminación del aire y su efecto sobre las enfermedades no transmisibles.
- Proporcionar a los pacientes medidas personales para reducir la exposición, como sistemas de filtración de aire en la habitación.
- Integrar la contaminación del aire en los enfoques de gestión de enfermedades; por ejemplo, mediante el uso de índices de calidad del aire.
- Participar en el desarrollo de directrices sobre contaminación del aire y ECV.
- Apoyar a los ministerios de medio ambiente, energía y transporte en sus esfuerzos de mitigación.
- Trabajar para educar y crear conciencia sobre los beneficios cardiovasculares del aire limpio.
- Colaborar con los principales responsables de la toma de decisiones en instituciones gubernamentales nacionales, regionales y mundiales, para hacer de las enfermedades cardíacas relacionadas con la contaminación del aire una prioridad.

Fuentes:
- World Heart Federation. Febrero 2021. Taking a Stand Against Air Pollution – The Impact on Cardiovascular Disease: A Joint Opinion from the World Heart Federation, American College of Cardiology, American Heart Association, and the European Society of Cardiology. Disponible en: https://globalheartjournal.com/articles/10.5334/gh.948/