Tras un infarto o ataque cardiaco, muchas personas enfrentan consecuencias psicológicas como la depresión o la ansiedad. Sin embargo, los profesionales sanitarios suelen centrarse en tratar estas condiciones con medicamentos, como antidepresivos, sin prestar atención a otra causa: el miedo a sufrir un nuevo ataque. Este miedo, combinado con el estrés asociado, puede afectar significativamente la recuperación mental y emocional de los pacientes.

Consciente de esta problemática, la Dra. Sarah Zvonar, investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana, lideró un estudio preliminar presentado en las Scientific Sessions 2024 de la American Heart Association, celebradas en Chicago este mes.

El objetivo del estudio era entender cómo los supervivientes perciben el riesgo de sufrir un nuevo ataque cardiaco y cómo factores demográficos o comportamientos relacionados con la salud (dieta, ejercicio, etc.) influyen en su estrés y miedo. Para ello, el equipo de la Dra. Zvonar utilizó Facebook para reclutar participantes, quienes completaron cuestionarios diseñados para evaluar aspectos como el miedo a la recurrencia, la percepción de la enfermedad, el estrés percibido, la ansiedad y la depresión.

Se analizaron los datos de 171 supervivientes de ataque cardiaco, todos con una media de seis meses desde el evento inicial. Los participantes respondieron los cuestionarios en dos ocasiones, separadas por seis semanas, lo que permitió observar cómo evolucionaban estas emociones con el tiempo.

Los resultados del estudio arrojaron datos reveladores:

  • El miedo a la recurrencia influyó significativamente en la percepción de la enfermedad y en los niveles de estrés percibido.
  • El tratamiento de la depresión o la ansiedad no logró reducir este miedo ni el estrés asociado.
  • Este miedo no disminuyó entre los seis y ocho meses posteriores al ataque cardiaco, lo que sugiere la necesidad de un seguimiento psicológico prolongado.

No obstante, es importante señalar algunas limitaciones que podrían influir en la generalización de los resultados. En primer lugar, la edad promedio de los participantes fue de 40 años, lo que dificulta aplicar las conclusiones a personas mayores, un grupo también muy afectado por los ataques cardiacos. Y, en segundo lugar, la falta de detalles clínicos precisos, como la gravedad de los ataques o el uso de medicación, se debió a las dificultades de recopilación de datos durante 2021 y 2022, años marcados por la pandemia de COVID-19.

El estudio subraya la importancia de considerar el miedo como un factor individualizado que afecta a la salud psicológica de los supervivientes. Este miedo no solo genera estrés, sino que puede impactar negativamente en la recuperación general del paciente.

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